Valparaíso, nombrada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO el año 2003, ha desarrollado un plan director de mejoramiento urbano con el objeto de recuperar su patrimonio arquitectónico. Con esto se zonificó una parte de la ciudad para su recuperación implementando una serie de proyectos tanto urbanos como arquitectónicos y normativos para conservar y recuperar los inmuebles.
Esto provocó una especulación económica de los inmuebles que en diez años ha superado el mil por ciento de su valor original, lo que ha significado, el gran interés por vender y con esto una gentrificación que ha significado la partida de gran parte de las familias que históricamente habían vivido en estos sectores. Como el resto de la ciudad no tiene los atributos de la zona escogida según los criterios de valor patrimonial –que por lo demás comprende la zona de los primeros asentamientos desde el año 1536, entonces estos sectores no reciben los mismos beneficios ni los mismos parámetros normativos, permitiendo el desarrollo inmobiliario de grandes edificios emplazados en la parte alta de los cerros, que vienen a cambiar radicalmente la morfología original y las relaciones sociales que existían en estos sectores.
Valparaíso es una ciudad muy sensible a los cambios, puesto que puede verse a sí misma como un total, como un gran teatro abierto: desde diversos puntos se puede reconocer la ciudad como un todo, considerando que en cada promontorio de los 50 cerros de la ciudad que se distribuyen en forma de herradura, existe un mirador por muy precario que éste sea. Cuando se dice erróneamente que Valparaíso es un gran “anfiteatro” que mira al mar –puesto que se reconoce por anfiteatro la mala costumbre de llamar así a los teatros al aire libre–, podría pensarse, que este error, arraigado en la cultura porteña, se debe a su configuración en forma de herradura, como un gran teatro griego que mira su extensión de mar desde todos sus frentes.
Lo correcto sería decir entonces que Valparaíso es un buen ejemplo de “Ciudad-Teatro”1 por sus cualidades geográficas y urbanas. Y, si bien este título ha surgido por diversas razones, más históricas y culturales que urbanas, con el tiempo andado vemos que no cualquier ciudad puede ser nombrada así y que a su vez dicho título nos permite distinguir la cualidad espacial que tiene la ciudad de Valparaíso y advertir lo que sucede cuando las ciudades se van convirtiendo en escenografías de su propia nostalgia.
Existe una diferencia fundamental entre una ciudad sin fondo (fondo de escena vista desde la perspectiva del teatro griego), sin algo que le dé soporte, identidad, consistencia, historia y otra que tiene fondo, fruto de su identidad, de su cultura, de sus ritos cotidianos y extraordinarios. Pero también hay un riesgo en una ciudad cuando, por querer capitalizar estas virtudes, esta se transforma en un verdadero producto temático y escenográfico. Valparaíso tiene esa capacidad de ver y verse, de quien puede subir un cerro y recorrerlo para encontrarse de vez en cuando con una ciudad nueva pero siempre con la constante presencia del mar, un mar que se presenta en fragmentos de rada. Ya quisieran los griegos haber tenido una ciudad como ésta, siempre convergiendo para quedar ante su propio destino –que para el caso de los porteños es el mar, su océano no tan pacífico.
Podemos contemplar las ciudades actuales y valorizarlas por su capacidad de reflejar o no su propio destino, como lo fuera el Teatro para los griegos. Tal condición, nos puede llevar a otra medición que es cuando las ciudades fruto de sus ofertas y su comercio, se van volviendo espacios de espectáculo, a través de productos temáticos que las van estigmatizando. Las ciudades del ver o las ciudades visuales, como diría Guy Debord 2 que, más rápido de lo que se quisiera, van siendo tomadas, apropiadas por un sistema (casi siempre económico) que sólo mira hacia afuera perdiendo trágicamente su adentro, su ser, su identidad. El teatro o ciertos principios de teatralidad que podemos encontrar en la historia, nos permiten considerar que, si miramos bien a través del espejo podemos revisar lo que está dentro y lo que está afuera, medirlo, equilibrarlo.
Es el ajuste que posibilita tanto al ciudadano como al extranjero, reconocer lo mismo, o al menos distinguir lo verdadero, de lo verosímil y también lo falso. Valparaíso de esta manera corre el riesgo de perderse, y transformarse en una ciudad de cartón, incluso, aunque su reconocimiento patrimonial fuera por el valor intangible de su sociedad. Aun así, y ya recorriendo sus calles seudo-nuevas, se puede ver la pérdida de lo original tanto en lo socio-cultural como en lo material. Tarea nada de fácil es esta de restaurar sin perder el estado inmediatamente previo en el cual se reconocía su originalidad. ¿Qué pasó con el óxido de las planchas de aluminio ondulado que había en las calles del cerro Concepción y que de algún modo sostenían su identidad, por lo menos de aquellos años? Preguntará quien vuelve a la ciudad luego de un tiempo de no haber estado en ella y por las cuales reconoce su historia, la propia y la de todos.
REFERENCIAS 1.- El concepto de Ciudad-Teatro, es la definición con la que el autor desarrolla y obtiene el título de doctor bajo el nombre “La Ciudad-Teatro, el lugar de la escena y otros lugares”, en el cual realiza un estudio comparado de la historia del Teatro y sus transformaciones con la historia de la ciudad y de la arquitectura, observando las reciprocidades que puedan existir entre ambas disciplinas. 2.-Devord, Guy, La Sociedad del espectáculo, ediciones pre-texto, valencia, 2007.
Andrés Garcés Alzamora
Doctor en Arquitectura Profesor Adjunto y Jefe Asistencia Técnica EAD PUCV