Para referirme al papel del espacio educativo en relación al aprendizaje, quisiera precisar la diferencia entre ambas definiciones. La educación es un sistema de acciones destinadas a lograr que una o más personas desarrollen sus capacidades según un marco social y cultural determinado. El aprendizaje en cambio es un proceso/experiencia interior de transformación y desarrollo de capacidades más o menos consciente. La finalidad del aprendizaje es posibilitar la adaptación y realización de la persona en un contexto sociocultural y también implica por parte del aprendiz la transformación del entorno.
Dicho lo anterior, pienso que el propósito fundamental de un espacio educativo es brindar un ambiente físico, temporal y relacional propicio para el aprendizaje, capaz de dar cabida a las motivaciones y la satisfacción de las diversas necesidades del aprendiz. En este sentido, propongo tres criterios que de acuerdo a mi experiencia me parecen de alta relevancia al momento de pensar un espacio educativo.
– Sentido de Bienestar: Un aspecto esencial al momento de diseñar un espacio educativo es la preservación del bienestar del aprendiz siendo respetuoso de las necesidades, ritmos y dinámicas de desarrollo de cada ser. El desarrollo psicomotor y el dominio del propio cuerpo, sienta las bases para el futuro proceso de aprendizaje del infante y comprender los diversos procesos evolutivos del desarrollo infantil considerando cómo se van integrando las diferentes dimensiones del niño, niña o joven, permite proponer espacios acordes a dichas necesidades. Por ejemplo, a nivel de infancia se requiere contar en forma habitual con amplios espacios que favorezcan la expresión y el movimiento espontáneo en los primeros años de educación, de modo tal que el infante pueda progresar en el dominio de su propio cuerpo, desarrollar habilidades de forma autónoma e ir fortaleciendo la seguridad sobre sí mismo/a para el proceso de aprendizaje. El tiempo y el espacio para el movimiento y juego libre durante la infancia (hasta 12 años aproximadamente) debiese ser una prioridad, por la gama compleja de capacidades se despliegan en dicha experiencia, pero sobre todo, por lo necesario e importante que resulta ser a nivel de integración psíquica y corporal para el desarrollo de la motivación, el proceso de pensamiento y la capacidad de actuar sobre el ambiente.
– Desafío y diversidad para el aprendizaje: Un espacio educativo debiera ser capaz de proporcionar un entorno atractivo y desafiante de aprendizaje e interacción recíproca. Espacios que contribuyen a despertar la curiosidad, así como permitir la expresión y desarrollo del potencial de aprendizaje de un ser humano en un escenario donde surgen diversas demandas de progreso y gestión de conocimiento a nivel social, político, científico, económico, ambiental, artístico, cultural y tecnológico. De esta forma, un espacio educativo debe estar dispuesto para permitir la construcción y desarrollo de las diferentes áreas del conocimiento considerando las múltiples dimensiones que involucra en el ser humano (corporal, afectiva, intelectual-creativa, social, ética) y también los diversos estilos aprendizaje. El espacio educativo debiera cada vez dar más posibilidades para que el proceso de enseñanza-aprendizaje se lleve a cabo desde la diversidad metodológica, dando cabida al trabajo indagatorio, creativo, colaborativo, interdisciplinario y proyectual y así flexibilizar el carácter contenidista, frontal y expositivo en los procesos de enseñanza para permitir un papel más proactivo y autónomo del aprendiz.
– El sentido de identidad: El espacio educativo ha de ser capaz de ofrecer un ambiente flexible y acondicionado para acoger la expresión y formas de relación asociadas a las identidades desde la interculturalidad en el desarrollo del proceso educativo. Los espacios debieran posibilitar el sentido de pertenencia de los actores educativos con su diverso entorno físico, social y cultural. Con esto también me refiero a que pueda dar cabida a rescatar y representar las diferentes identidades logrando el espacio educativo un sentido de continuidad en relación a su entorno y los habitantes que en él se relacionan. Esto implica una permanente búsqueda de lo que les hace sentido a los niños, niñas, jóvenes y adultos que allí participan, dar cabida a las diversas formas de interacción, las celebraciones, las formas de expresión y de conectarse con la comunidad.
En síntesis, los tres criterios que propongo para ser considerados en la creación de un espacio educativo apuntan a forjar ambientes que promuevan la formación de niños, niñas y jóvenes respetados/as en su proceso de desarrollo vital, valorizados/as en sus diversas capacidades, desafiados al aprendizaje desde la interdisciplina y acogidos desde sus identidades y realidades culturales, cultivando un sentido de pertenencia y valor por sí mismos/as y su entorno, el que esperamos sepan cuidar y transformar para así mejorar su calidad de vida.
María Teresa
Martínez Larraín
Magister en Educación por la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (2011)
Psicóloga (título) y Licenciada en Psicología (grado) por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (2003).