Análisis y reflexión de una obra, por la Artista Plástica Pamela Martínez Rod
Las líneas de Nazca en Perú datadas entre los 550 y 650 años d.C. así como otras gigantescas figuras grabadas en el suelo por los antiguos habitantes de nuestro desierto de Atacama representan un enorme y bello misterio de la humanidad. Desconocemos no sólo su significado sino para quién se hacían, quien era el espectador invocado por ellas. Quienes realizaron estos geoglifos tuvieron que vencer la dificultad de dibujarlos en unas dimensiones tan enormes que imposibilitaba ver su desarrollo mientras se hacían, dificultando el control del resultado final. Los creadores perfeccionaron una técnica que mediante cuerdas permitía seguir cuidadosamente el trazado que se hacía en el suelo, lo que permitió que hoy podamos disfrutar de las bellas y proporcionadas figuras que hoy conocemos.
Grabar el desierto tenía una intencionalidad ceremonial. Los expertos suelen interpretar las líneas de Nazca como parte de una comunicación cósmica entre los habitantes de la zona y sus dioses. Así los geoglifos tendrían una utilidad para la sociedad de la época y se cree que cumplían, entre otras funciones, la de pedir y agradecer por el agua a las divinidades, un bien tan fundamental para la vida como escaso en el desierto. Esta hipótesis cobra fuerza por la cercanía de los trazados con ciertos canales de agua que eran parte de un sistema de acueductos usados para el regadío.
En el caso de los geoglifos que existen en el Desierto de Atacama de nuestro país, el arqueólogo chileno Gonzalo Pimentel señala que responden a códigos o señales que marcaban las rutas y desplazamientos de los hombres de la época por aquellos duros e inhóspitos parajes. El deseo de dejar una impronta humana, una señal de identidad, en el paisaje adverso y extenso que debían atravesar los comerciantes es otra motivación que el arqueólogo vincula con la motivación de los graffiteros urbanos actuales.
Curiosamente la mirada satelital que nos otorga Google Earth nos devuelve la mirada cósmica que invocaban los antiguos. Reemplaza la mirada divina que construían e imaginaban los antiguos habitantes del desierto. Con una simple búsqueda en internet volamos y nos situamos por sobre vastos y lejanos paisajes desde una perspectiva divina, aérea, satelital o como se interprete. Creo que esta posibilidad responde a una aspiración humana antigua y fundamental, la de vencer nuestras limitaciones terrenales, nuestra escala, nuestra gravedad y con una vista amplia y general dominar el paisaje, con ello la distancia y el tiempo, cosas que en nuestra realidad cotidiana son imposibles.
Pero las posibilidades de la mirada de pájaro tecnológica/ digital no sólo nos permite mirar paisajes u obras que por su tamaño o ubicación nos son inaccesibles de apreciar, también han abierto una nueva veta creativa al inspirar a numerosos artistas a crear obras aprovechando este nuevo medio y a la vez escaparate virtual satelital. De esta manera es que artistas como el cubano Jorge Rodríguez- Gerada realiza enormes retratos con tierras de colores en terrenos baldíos que podemos apreciar a través de Google Earth, apelando a un nuevo tipo de espectadores que acceden desde los medios tecnológicos a un encuentro con las obras en un museo virtual-global-aéreo a través de Google Earth o Maps.
Otros artistas como Shaun Utter se basan justamente en las retículas urbanas de Google Maps para crear y manipular cartografías aleatorias de nuevas y coloridas poblaciones urbanas, o como la norteamericana Jenny Odell quien extrae las texturas de las visiones en 3D del Google Maps creando bellas configuraciones abstractas y patrones de diferentes calidades y colores.
Pamela
Martínez Rod
Es artista, madre, Diseñadora Gráfica por la Universidad Católica de Valparaíso, Doctora en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona.