Era un día claro sin nubes. Salía desde la casona de Atkinson, luego de haber dado una charla de arquitectura acerca de mis estudios de maestría que puede realizar en la escuela de Frank Lloyd Wright, Taliesin.
Al llegar a la esquina de Atkinson, puede vislumbrar el brillo del mar plateado que iluminaba el borde costero desde Ventana hasta los cerros de Miraflores de Viña del Mar, mientras las voces de la gente sentada en la terraza del Brighton se mezclaban con el sonido de la plaza Anibal Pinto. La extensión del territorio del gran Valparaíso, se media con esa pequeña terraza del Brighton. Aprovechamos el día y nos tomamos un café.
Al terminar seguimos caminado por Atkinson para bajar por calle Beethoven. Dos alturas se contraponen y marcan el caminar. La calle que baja y la rampa de la iglesia Luterana, donde el campanario pasa a ser la arista vertical del lugar que mide el cielo del barrio. Me acordé enseguida de la casa del Dr. Curutchet obra del arquitecto Le Corbusier, la cual construye un salón-paseo en relación a una salida y una entrada, entre dos volúmenes. El caminar es medido por esas dos volúmenes interiores de Valparaíso, el campanario de la iglesia Luterana y el vislumbrar el emplazamiento del Colegio Alemán.
Al empezar a bajar por Beethoven por gravedad cambia la postura del cuerpo. El cuerpo se inclina contra la pendiente de la calle y se eleva la mirada y la vista mide la altura del lugar. Aparece la monumentalidad del emplazamiento del Colegio Alemán. Un volumen-galería encumbrado, desde el cual se elonga una estructura fina y elegante de diagonales arriostradas, que tocan el zócalo elevado del lugar. Esta composición de ligereza y robustez construyen una ingravidez en el emplazamiento de esta obra, una manera de estar suspendido en el vacío urbano de Valparaíso.
Cruzamos para poder almorzar en el restaurant Fauna y desde el pasaje Dimalow, se acentúa su ingravidez y la obra se convierte ahora en una cornisa de luz, la cual se mide con el recorrido por el cual bajamos desde la terraza de Atkinson. Todo este paseo pasa a ser una alameda, la cual mide el territorio del gran Valparaíso, y a la vez remata en esta cumbre ingrávida, que es el emplazamiento del Colegio Alemán.
Su emplazamiento no es en sí mismo, si no que es un trama compleja espacial propia de Valparaíso. Esta alameda con su secuencia espacial; la terraza de Atkinson, la rampa de la iglesia Luterana con su campanario, la pendiente de la calle Beethoven y la estructura ligera de la obra en relación a su zócalo elevado macizo, hacen que su emplazamiento pase a ser único, original como ruina que siempre ha estado ahí, que a pesar de su monumentalidad, se vuelve una cumbre ingrávida que sujeta en sus hombros el cielo interior de Valparaíso.
Valparaíso debería seguir estos principios arquitectónicos que son inherentes a su condición de puerto. Como arquitectos deberíamos poder reinterpretar estos principios arquitectónicos, pensando y proyectando desde esa complejidad territorial, hilvanándola con el vacío barrial de Valparaíso. Una cumbre_una alameda podría ser una certeza de cómo intervenir los espacios públicos de Valparaíso en relación a un emplazamiento, manteniendo así un carácter una identidad territorial de este borde costero.
Jaime “NANI”
Inostroza Campos
Arquitecto
Universidad de Valparaíso, Chile
M.Arch Taliesin Frank Lloyd Wright
School of Architecture.
Docente Arquitectura
Universidad Mayor de Temuco