Las nuevas plataformas de transporte, tan bulladas hoy en día, como lo son Uber, Cabify e EasyTaxi están siendo un gran ejemplo de nuevas soluciones para quienes nos movilizamos a diario en el transporte público, en donde el factor tiempo y seguridad son primordiales a la hora de seleccionar qué medio utilizar.
Pero hay algo interesante a analizar sobre estas aplicaciones móviles y es preguntarnos ¿quiénes son las personas que hacen uso de ellas y qué sucede con aquellos que no lo hacen, como en el caso de las personas mayores?
El transporte privado de pasajeros se ha beneficiado enormemente con la aparición de estas nuevas plataformas que facilitan la coordinación entre quienes quieren ofrecer transporte y quienes necesitan movilización de un lugar a otro, pero estando al alcance de solo un grupo de personas, que ya sea por su nivel de escolaridad, poder adquisitivo e integración a la tecnología, puede hacer uso de ellas.
El progreso en este rubro ha incorporado la innovación, la tecnología y la información para ofrecer soluciones nuevas, y la competencia, para identificar oportunidades después de años en que el modelo tradicional de transporte basado en taxis y buses urbanos ha demostrado enormes falencias, planteando un sistema de transporte público obsoleto en varios aspectos, como la calidad, eficiencia, disponibilidad, rutas y operación de servicios.
Como usuaria del sistema privado de las aplicaciones de transporte, observo y compruebo a diario que estas nuevas alternativas solucionan parte de los problemas poco discutidos en nuestro medio, respondiendo a un vacío de necesidades de transporte y, trayendo consigo bastantes beneficios para algunos como es el precio, mayor eficiencia, más seguridad, facilidades de pago, acceso desde teléfonos inteligentes, trato directo entre consumidor y conductor, disponibilidad de autos durante la noche asegurando que las personas no manejen bajo la influencia del alcohol (vinculado con la Ley Emilia), disminución de circulación de autos, posibilidad de compartir información, limpieza, buen trato, etc.
Entonces ¿cómo se puede mejorar la gestión del transporte para todas las personas que componen el tejido social? La incorporación de Uber o Cabify u otros sistemas a la oferta de transporte en las ciudades, evidencian una debilidad o ausencia de oferta satisfactoria, existiendo una queja frente a la oferta tradicional que hasta ahora se mantenía invisibilizada. Pese a ello, la innovación y uso de la tecnología ha permitido que un segmento de la población pueda mejorar, a su manera, el sistema de transporte que utiliza a diario, compartiendo características sociales en común y comprendiendo al usuario(a) como un individuo multimodal, ya que hay momentos en un mismo día que podemos usar el automóvil, el metro, la bicicleta y terminar el día usando un taxi para desplazarnos y satisfacer nuestras necesidades.
Pero ¿qué ocurre con aquellas personas que teniendo el interés no pueden hacer uso de estas aplicaciones? Por motivos de mi trabajo con las personas mayores he notado la profunda necesidad que tienen de estar integrados en el uso de la tecnología, compartir los mismos temas de conversación que las personas de menor edad, hablar de anécdotas y no de malos ratos en el transporte público y, en definitiva ser parte de la sociedad y sus constantes cambios.
Para ellos y ellas, Uber, Cabify y otras plataformas las reconocen por medio de nietos(as) o sobrinos(as), conociendo de sus beneficios pero sin contar con la propia experiencia para hablar con conocimiento de causa, reflexionando que llegando el día de poder utilizarlas – habiendo de por medio cursos o talleres que les permita adquirir habilidades, competencias y manejo de la tecnología y sus infinitas aplicaciones- parte de sus problemas de movilización urbana se solucionarían. Se disminuiría el mal trato que reciben desde el chofer de la locomoción, algunos pasajeros o la inseguridad de subir y bajar de un bus urbano, el caminar cuadras para llegar recién al paradero con poca luminosidad y verse enfrentado día a día a una ciudad que no les es amigable para continuar siendo actores sociales activos.
Pero toda esta radiografía del actual y posible usuario de estas alternativas de transporte, nos lleva a concluir en lo siguiente: el transporte privado a través del uso de las aplicaciones móviles están hechas para una población heterogénea, donde quien tiene tarjeta de crédito o suficiente efectivo, un teléfono inteligente y el poder elegir, pueden hacer libre uso de ella, mientras que el universo homogéneo que es la sociedad deberá continuar teniendo más de una hora y media de viaje hacia su trabajo, soportar el hacinamiento, olores, para el caso de nosotras las mujeres, toqueteos y acoso, abusos del empresario y sus tarifas y un sinfín de problemas que al día de hoy, poco de solución se ve. Lo anterior implica comprender el sistema de transporte no como diversos modos que usan el espacio de la ciudad, sino como modos que se interrelacionan y que pueden otorgar oportunidades si se miran de manera integrada. La innovación en el transporte público no va solo por incorporar nuevas tecnologías, sino también por aprender de lo que estamos haciendo y mejorarlo. En ese sentido, no se trata de eliminar el sistema de taxis y buses urbanos, sino revisar qué pasa con éste, y discutir respecto a qué alternativas ya ha generado la ciudadanía para resolverlo ¿No sería más útil reconocer esas iniciativas y apoyarlas o mejorarlas en vez de traer propuestas de multinacionales o simplemente acomodar nuestra normativa a ellos?
Javiera
Basáez Silva
Licenciada en Trabajo Social
Universidad de Valparaíso
Actualmente
Profesional Transversal
Centro Gerópolis
Universidad de Valparaíso