Poco sabemos que la campaña para pavimentar los barrios de nuestras ciudades surgió hace un par de décadas principalmente como una iniciativa medioambiental que buscaba reducir la polución. Eliminar la tierra, el polvo y el barro parecía en aquel entonces el principal objetivo, siendo hoy principalmente valorada por la capacidad que tiene de dotar a los habitantes de accesibilidad hacia las grandes conectividades.
De manera más silenciosa, el desarrollo y perfeccionamiento de los proyectos de pavimentación ha contribuido también a generar soluciones de aguas lluvias que tienden a conducir las aguas a sumideros conectados con el sistema hidráulico de la ciudad.
De este modo, el escurrimiento superficial de las aguas lluvias encauzadas hasta su soterramiento, pensado de un modo ideal, decantará en algún colector que llegará hasta el mar y la trayectoria del agua de cerro a mar y de plan a mar responde y se finaliza.
“Los romanos están orgullosos de nosotros.” Lo cierto es que en la Región de Valparaíso aún existe un déficit de pavimentación que genera que las áreas urbanizadas no estén exentas de la motivación natural del agua de buscar la superficie en aquellos lugares donde no se haya tomado una medida para resguardar su trayectoria. Esto dificulta alcanzar un resultado limpio y seguro de canalización, y también nos recordará que el agua actúa por propulsión y gravedad obligándonos a pensar en nuevas maneras de comprender su curso.
Es así como no está de más, por cierto, buscar alternativas a la pavimentación en la recuperación medioambiental de espacios naturales de drenaje y encauzamiento del agua, las quebradas aún subsisten en la ciudad urbanizada y son un ejemplo para aquello.
Valorar la quebrada desde su función en el territorio, permitirá darle al agua un espacio tranquilo por el cual circular y le otorgará al ordenamiento de la ciudad un recurso para mitigar los riesgos de desborde.
A su vez, se debe tener en cuenta que el agua no solo puede ser conducida, también puede ser recuperada y reutilizada. De ahí que sacar ventajas de su escurrimiento por gravedad y potenciar el sentido hidráulico para generar recursos sostenibles sea también una profundización que el sentido medioambiental de mirar la quebrada debe tener.
Sin embargo, con la baja del caudal que han presentado las quebradas en las últimas décadas, estas han sido invisibilizadas en la trama urbana, generando de este modo, la proliferación de viviendas informales en estas áreas, cuestión que ha persistido en ciudades como Valparaíso y Viña del Mar creándose áreas de vulnerabilidad social y ambiental.
Por lo descrito, el recobrar la quebrada y darle un valor medioambiental agregado no es solo un desafío de la ingeniería, requiere además de una intervención integral que considere todas las variables y todas las tuiciones. En muchas ocasiones la hiper-actuación normativa que existe en un territorio restringe y desalienta las ideas de intervención por parte de las instituciones y de la ciudadanía organizada, lo cual puede ser superado si se trazan objetivos comunes que definan los recursos que queremos proteger y en qué tipo de ciudad queremos vivir, que de seguro será en función de valorar la quebrada, valorar el agua que por ella escurre, alejarnos de los riesgos ambientales y habitar una vivienda segura.
Es así como el agua naturalmente escurre, naturalmente los habitantes del territorio deben reconocer que, si los recursos son cuidados y preservados mejorarán su calidad de vida, con cada vez menos intervención del hormigón.
Belén Paredes Canales
Socióloga Universidad de Valparaíso. Magister en Urbanismo Universidad de Chile.
Desde el año 2010 profesional del Sector Público en el ámbito de la Planificación urbana, vivienda y proyectos de ciudad.