La preparación, anticipación y el correcto entendimiento del desarrollo de los desastres naturales ha logrado crear una cultura de alerta temprana que construye ciudadanos informados y preparados para resguardarse, con el propósito que el impacto en términos urbanos y sociales que pudiese dejar un terremoto y posterior tsunami sean menores.
Sin embargo, así como la alerta temprana es un elemento central, tan o más importante son los mecanismos de respuesta post desastres, en donde se suele develar la preparación que tiene el Estado y sus instituciones para enfrentar tal escenario, en virtud de contener la crisis y promover estrategias que conduzcan a una ciudadanía capaz de responder frente a los desastres de manera resiliente.
En el Marco de Acción de Hyogo, la resiliencia social ha sido el camino para posicionar teórica, metodológica e institucionalmente procedimientos que permitan anticiparse y, principalmente, sobreponerse a un escenario adverso de cualquier índole.
La resiliencia es un concepto utilizado por distintas disciplinas como la física, la ecología y la psicología, pero para referirse al mismo fenómeno: La capacidad de un objeto, territorio, espacio, persona y/o colectividad de adaptarse al medio después de un cambio abrupto o precipitado. Así como lo plantea también Cutter et al. (2008) la capacidad del sistema de reorganizarse, cambiar y aprender en respuesta al evento” Cutter et al. (2008b, p. 2) en González – Muzzio, 2013).
Es decir, existe un consenso de que la resiliencia es un conjunto de estrategias materiales y simbólicas con las que deben contar las comunidades para sobrellevar y superar de un modo positivo la inminente presencia de eventos fortuitos como los desastres naturales.
En nuestro país hemos visto distintos esfuerzos para reconstruir post desastres a partir del criterio de resiliencia basado en reconocer las vulnerabilidades territoriales: La planificación de los sectores costeros luego del terremoto y posterior tsunami de febrero del 2010 en la octava región y, en nuestra ciudad de Valparaíso, luego del Mega incendio del año 2014, la restricción de construcción en quebradas y zonas de riesgo.
Sin embargo, la planificación no puede preocuparse de la resiliencia solo en el ámbito de la reconstrucción de la infraestructura perdida, sino también, se debe focalizar en dotar a una ciudad de infraestructura segura que permita que, posterior a una emergencia, procesos de reincorporación a la cotidianidad de la ciudadanía y sus comunidades sean en el menor tiempo posible.
Valparaíso y Viña del Mar son las ciudades en donde están emplazadas las instituciones políticas y públicas de la región y a su vez, donde se concentra el empleo del Área Metropolitana, situación que genera una mayor demanda por movilidad desde las ciudades interiores y que finalmente dinamiza el desarrollo de la ciudad en tanto su producción de servicios.
De este modo, para que ciudades como Valparaíso y Viña del Mar logren sobreponerse de eventos como un terremoto y posterior tsunami con mayor rapidez, deben ser ciudades accesibles que permitan el ingreso y movilidad de toda la colectividad que constituye a las instituciones operantes para la reconstrucción, el desarrollo de la economía y en definitiva la pronta recuperación de la cotidianidad que sanan psicológicamente a las comunidades.
Lo anterior pone a Valparaíso en un escenario complejo, pues sus principales vías de acceso y de transporte de pasajeros a la ciudad se encuentran emplazadas continuas al mar, lo que en primer lugar, las condiciona a una zona vulnerable a desastres y, en segundo lugar, que ante los últimos eventos naturales han manifestado un comportamiento defectuoso, me refiero a la Av. España y el Metro Valparaíso.
La Av. España, con el paso de más de 35 mil vehículos diarios es la tercera vía más transitada de Chile (MINVU, 2015), el último mejoramiento se realizó el año 1985, por lo que claramente su vida útil caducó. El pasado mes de abril un derrumbe a la altura de la curva de Los Mayos dio cuenta del deteriorado estado de la calzada, el que no sólo afecta al servicio de la Avenida en sí misma, sino que pone en riesgo a una de las subestaciones de metro adyacente a la falla.
Por su parte, Metro Valparaíso transporta al mes un promedio de un millón y medio de pasajeros (Metro Valparaíso, 2016). Con los últimos grandes eventos en la región el servicio se ha visto afectado de distintas manteras. Posterior al terremoto de 2010 el servicio estuvo interrumpido totalmente por 9 días y luego, durante los meses siguientes, el servicio fue parcial, principalmente por daños sufrido en el puente las cucharas (Metro Valparaíso, 2010).
En el temporal que azotó a la costa de la región en agosto del año 2015 el servicio estuvo totalmente interrumpido por 3 días, y estuvo más de 20 días con el servicio solo hasta estación Miramar y luego combinación con buses de acercamiento (Metro Valparaíso, año 2015) lo que generó mayor congestión vehicular y mayores tiempos de desplazamiento para los usuarios. El evento más reciente ocurre en octubre del año 2016 cuando un rayo alcanza la subestación de Villa Alemana afectando los intervalos de frecuencia del metro por al menos un mes.
Las fragilidades antes descritas de las vialidades emplazadas en la franja costera no hacen más que evidenciar la urgente necesidad de invertir en infraestructura segura y resiliente para la ciudad que permita gestionar de forma más oportuna y eficiente los desastres
De este modo, hay que trabajar en dos ámbitos:
En primer lugar, en planificación, reconocer las accesibilidades principales a la ciudad capital en función de la movilidad, identificar aquellas que están en zonas vulnerables, y dotar a la ciudad de futuros accesos que sean orgánicos con las dinámicas del territorio próximo y del Área Metropolitana
En segundo lugar, la inversión, tanto la Av. España como Metro Valparaíso deben ofrecer una vialidad segura que soporte las amenazas y que logre sobreponerse de manera rápida ante los desastres. Esta inversión debe ser orientada a un proyecto definitivo y con financiamiento sistemático.
Debemos, de este modo, reforzar que la planificación y el financiamiento se fundamentan en el principio de construir infraestructura para la resiliencia; infraestructura que permita soportar un desastre natural y estar operativa con prontitud posterior a la emergencia para servir a los procesos de respuesta de la institución y la ciudadanía en su conjunto.
REFERENCIAS
1.- Informe Anual Metro Valparaíso año 2010
2.- Informe anual Metro Valparaíso año 2015
3.- http://www.minvu.cl/opensite_det_20150107152047.aspx recuperado el 15.05.2017
4.- González-Muzzio, Claudia. (2013). El rol del lugar y el capital social en la resiliencia comunitaria posdesastre: Aproximaciones mediante un estudio de caso después del terremoto del 27/F. EURE (Santiago), 39(117), 25-48.
https://dx.doi.org/10.4067/S0250-71612013000200002
Belén
Paredes Canales
Socióloga
Universidad de Valparaíso.
Magister en Urbanismo
Universidad de Chile.
Desde el año 2010 profesional del Sector Público en el ámbito de la
Planificación urbana, vivienda y proyectos de ciudad.