Resumen:
La irrupción de la inteligencia artificial en los campos del diseño ha generado una nueva estética algorítmica que redefine los límites de la creatividad. Este artículo reflexiona sobre el impacto de las herramientas generativas en la originalidad del gesto creativo humano, señalando cómo los algoritmos operan desde patrones preexistentes que condicionan la representación visual.
Se examina la tensión entre la eficiencia computacional y la sensibilidad estética, proponiendo una mirada crítica que no demoniza la IA, sino que interroga sus imaginarios y posibilidades. La creatividad ya no es sólo intuición, sino también curaduría de datos, selección consiente y resistencia estética frente a lo programado.
Palabras clave: creatividad, inteligencia artificial, estética, arquitectura, representación.
Los límites de la creatividad en la era de la IA: arquitectura algorítmica y el eco de lo humano.
La creatividad, ese impulso que surge del vacío sensible y se transforma en un espacio construido, ha sido desde siempre un acto profundamente humano. En arquitectura y diseño, la imaginación modela lo habitable, lo simbólico, lo histórico.
Sin embargo, en tiempos de algoritmos, esta imaginación se encuentra mediada por sistemas entrenados para simular estilos, combinar referentes y ofrecer soluciones estéticamente verosímiles. Las plataformas generadoras de imágenes, aunque novedosas en apariencia, responden a patrones ya codificados. Como observa Boris Groys, “la estética digital opera bajo la paradoja de producir lo nuevo desde lo ya dicho”¹, dejando entrever una “creatividad” estructurada desde el archivo.
La arquitectura algorítmica es réplica, simulacro, eficiencia. El trazo titubeante, la contradicción formal, la emoción territorial ante composiciones perfectas y calculadas. En este escenario, Byung-Chul Han advierte que “la era digital sustituye la negatividad del pensamiento por la positiva de los datos”², debilitando las tensiones que históricamente han propiciado la creación. La IA, más que imaginar, ordena.
Aun así, no todo está perdido. El arquitecto del siglo XXI puede reconfigurar su rol, no como mero operador técnico, sino como intérprete crítico, capaz de interrogar qué estéticas perpetúa la máquina, qué sensibilidades excluye y cómo recuperar la poética en medio del código.
Así, la IA se convierte en un espejo más que amenaza: un espejo que proyecta nuestros deseos estilizados, nuestras obsesiones formales, pero también nos obliga a preguntarnos – y para quién – estamos creando.
Referencias bibliográficas:
- Boris Groys, In the Flow (Londres, Verso Books, 2016).
- Byung-Chul Han, La salvación de lo bello (Barcelona, Herder Editorial, 2017).
CV del Autora
Nombre: Constanza Alfaro Sanhuez
Arquitecta y Artista Visual
Temuco, Región de la Araucanía, Chile
constanza.alfaros@gmail.com